Publicado originalmente el 18 de octubre de 2008 en la revista El Periodista, Chile
Patricio Zamorano
Al enfrentar Pennsylvania Avenue el turista encontrará una explanada ancha, libre de tráfico permanentemente. Los grupos posando para la fotografía de rigor le dirán exactamente hacia qué lado del mar de concreto está la Casa Blanca, el centro de poder mundial. Estará entonces, frente al famoso edificio pálido, más pequeño que lo imperialmente imaginable, enmarcado en el verde de prados perfectos y el azul, si tiene suerte, de un cielo típico sin anuncios de lluvia estival. Saque su foto de espalda al sol, a media tarde. Las sombras favorecerán el ángulo, y si tiene suerte, podrá evadir del visor las figuras negras de los francotiradores que lo escrutarán con sus propios binoculares y cámaras desde el techo negro del edificio blanco. Verá la Casa Blanca, entonces, allá, a menos de cien metros. Pero (le sugiero la pregunta), ¿está parado al frente de la casa más nombrada del mundo, o en el patio trasero? Ciertamente, la Oficina Oval no se encuentra a ese lado del vecindario, sino al otro, enfrentando a la calle State Pl. Claro que en un ambiente mucho menos acogedor, con el tráfico frenético del Federal Triangle rozando permanentemente al turismo curioso. Entonces, ¿cuál es el patio trasero de la Casa Blanca? ¿La quietud de Pennsylvania Avenue que recorro cada vez que voy a almorzar con Fernando allá en el BID, o la calle State Pl., inquieta y que invita al tranco rápido del avergonzado? El patio trasero, el patio oscuro de la Casa Blanca, es más grande de lo que usted se imagina. Se respira permanentemente en Shaw, el barrio duro y afroamericano que sobrevive a espasmos a una decena de cuadras del Capitolio, cerquita del vecindario presidencial. El patio oscuro de la Casa Blanca se respira en la soledad pobre de Anacostia, y en las calles demasiado comunes de un Washington mísero que mira de reojo a los barrios “bien” de Chevy Chase, MacLean y el Embassy mile.
El patio oscuro, oculto, de la Casa Blanca se ha expandido en los últimos años. Desde la segunda reelección de Bush, con sabor a derrota aún inexplicable de las fuerzas progresistas anti-guerra y pro-social, desde el monumento a Lincoln hasta Minnesota, desde California a la Florida cubana, el patio trasero se ha llenado de los escombros dejados por un gasto irracional en el campo de batalla iraquí. Son unos 400 mil millones de dólares hasta diciembre de 2007 según cifras oficiales (fuentes independientes cuadriplican esa cifra). Las pistas están en todas partes. Unos 37.3 millones de estadounidenses, o 12% del total, vive bajo el umbral de la pobreza según cifras de 2007. Eso implica 800 mil pobres más que en 2006, cuando llegaban a 36.5 millones. Unos 29 millones, es decir, un 10% de la población, recibieron cupones de alimentación en julio de 2008. Esta cifra no se alcanzaba desde el desastre humanitario de Katrina en 2005. La inflación de los alimentos ya supera el 6% en el último año (dramático: ¡el galón de leche de mi hija ya casi iguala el ron-cola de mi happy hour semanal!). El centro de investigación The Working Poor Family Project señala que una quinta parte de los trabajos en EU no puede mantener a una familia de cuatro personas por sobre el nivel de pobreza, fijado en 21 mil dólares por año para esa cantidad de miembros. Para que el lector pueda apreciar el impacto de ganar 21 mil dólares al año en una ciudad como Washington DC o en cualquier otra, una familia de cuatro personas debe gastar por lo menos la mitad de esa cifra en arriendo de un lugar para vivir. Y un seguro médico pagado del propio bolsillo cuesta unos 12 mil dólares por año. O sea, o elige comer y vestirse, o elije tener seguro de salud. Dramática elección. La opción ha sido obvia para 45 millones de estadounidenses, o 15% de la población, que no tiene seguro de salud alguno, ni privado ni estatal.
El patio oscuro que deja la sombra de la tarde desde la Casa Blanca es tema central de la campaña presidencial. La voz de Barack Obama lo denuncia, sin mayor esfuerzo, en todo caso. La crisis económica con sabor a recesión hace ya varios meses se mete por los poros cada hora, en las noticias madrugadoras, en el diario gratis del metro. Lo triste es que la derrota de George “Texas” Bush se viene encima como algo tan natural como expulsar la polilla que insiste en zumbar en el oído. La polilla no necesita ayuda para volar directamente a la vela que la quemará en el acto, por lo que aún siento que haber derrotado a Bush en 2004 hubiera sido el verdadero premio, el verdadero acto de heroísmo comunitario de un Obama. Con un país en guerra reciente y un presidente apoyado por la clase política, la movilización del voto que se produjo contra la Presidencia de Bush en 2004 fue histórica. El problema es que el voto conservador también se movilizó, y al mismo ritmo, entonces Estados Unidos terminó reeligiendo a uno de los peores presidentes de la historia según todas las encuestas, con la votación también más alta de la historia. El patio oscuro de la Casa Blanca es más grande de lo que usted cree…