Hubo seis testigos del suicidio de Allende

Publicado originalmente en La Opinión de California, y en La Nación de Chile, el 12 de septiembre de 2003


El periodista chileno Patricio Zamorano, establecido en Los Angeles, Estados Unidos, es en la actualidad editor on line del medio virtual La Opinión digital. En tal condición, entrevistó en esa ciudad al médico, también chileno, José Quiroga, uno de los facultativos que estuvo en La Moneda el 11 de septiembre. Además de sus remembranzas, Quiroga le entregó una revelación inédita: seis personas -los doctores Enrique Huerta, Arturo Jirón, Arsenio Poupín, Hernán Ruiz Pulido, Patricio Guijón y él mismo- fueron testigos directos del suicidio de Salvador Allende. La entrevista, en lo que dice relación con ese capítulo, la transcribimos por constituir un verdadero aporte al proceso de recuperación de la memoria histórica, que a 30 años del golpe ha recibido más impulsos que en décadas pasadas. El texto de Zamorano es el siguiente:

Viernes 12 de septiembre de 2003

José Quiroga es ya parte de la historia. No hay otra opción si el destino lo colocó en el Salón Independencia, con La Moneda en llamas, cuando tras abrir la puerta para buscar al Presidente Salvador Allende, con los militares ingresando a culatazos, fue testigo del momento en que el Mandatario se suicidaba.

La versión oficial hasta ahora dice que hubo sólo un testigo directo, el doctor Patricio Guijón, el único que se acercó al cuerpo. El médico recibió el repudio de la izquierda mundial al ratificar que Allende se había suicidado. La versión del asesinato por parte de las tropas de Pinochet era más poderosa para muchos.

José Quiroga tardó 25 años en espantar los fantasmas de esa jornada sangrienta y poder escribir su versión en 1998 para el libro de Oscar Soto El último día de Salvador Allende, otro médico que estuvo en el palacio ese día. Sin embargo, esa obra no dio todos los detalles ni señala que efectivamente hubo más testigos. Quiroga relata esa parte extraviada de la historia, en su casa de Los Angeles, ahora como director del Programa contra la Tortura en esta ciudad y miembro del directorio de Physicians for Social Responsability, organización que ganó el Premio Nobel en 1985.

“Cuando Allende ordena el rendimiento, usamos una bandera blanca, un mantel que yo mismo saqué de uno de los comedores. Los militares hacen ingreso alrededor de las 2 de la tarde y comienza a salir la gente. Es una larga fila de personas y los médicos nos ubicamos al final, subiendo por una escalera hacia el segundo piso. Iban sacando a la gente y poniéndola en el suelo, en la salida de Morandé”.

“A medida que la gente iba bajando desde el segundo piso, Allende empieza a avanzar en el sentido contrario, yendo hacia el final, y llega donde estamos nosotros. Abre la puerta y entra al Salón Independencia, solo. Y es en ese momento cuando, después de un minuto, algo así, no recuerdo exactamente, decimos ‘pero ¿qué está haciendo solo?’. Entonces, abrimos las puertas. Todo eso estaba oscuro, lleno de humo y gas lacrimógeno. La mayoría de nosotros estábamos con máscaras antigás, el ambiente era irrespirable y la piel que estaba descubierta de la máscara me ardía terriblemente. Y en ese momento en que se abre la puerta, se ve la figura del Presidente sentado, de frente a nosotros, sin poder ver muchos detalles, pero evidentemente que era él, y lo único que recuerdo es que la figura del Presidente en un momento desaparece”.

En la versión escrita por Quiroga de este relato, al que La Opinión pudo acceder, dice: “Antes que ninguno de nosotros pudiera reaccionar o entrar al salón, su cara, cuyos rasgos me permitían reconocerlo claramente, se borraron y luego desapareció de mi vista. Todos los que estábamos frente a la puerta pudimos observar lo mismo”.

Quiroga nombra al resto de los testigos: “Enrique Huerta, Arturo Jirón, Arsenio Poupín, Hernán Ruiz Pulido, Patricio Guijón”.

“El se suicidó colocándose la ametralladora aquí (lo demuestra con sus manos) básicamente en la base de la mandíbula y seguramente accionó y todo voló. Nosotros vemos el momento en que ocurre el hecho. Y ahí, mucha gente, todos nos dimos cuenta de lo que pasó. Yo ni siquiera entré a la pieza. Alguna gente lloró (se emociona), todos angustiados… Y al final no había nada que hacer, así que nosotros empezamos a salir. Y uno solo de nosotros entró, que es el doctor Guijón, y cuando los militares llegan ahí lo encuentran, y ahí lo detienen”.

-Cuando es testigo del suicidio, ¿no escuchó el estampido?

-“No. Había millones de estampidos al mismo tiempo.Esa cosa era una batalla.

El arrepentimiento

“Yo nunca escribí nada sobre esto. Por 25 años hubo una situación sicológica de rechazo. Después en un cuarto de siglo, (el doctor Oscar) Soto nos escribió y nos dice que debíamos hacer algo, escribir la historia de lo que realmente ocurrió. Porque si a mí me hubieras preguntado hace un montón de años atrás, yo te habría dicho que no sabía nada. Por años dije eso. Porque a pesar de que sabía, en ese momento era más importante el aspecto político y que todo el mundo creyera que a Allende lo habían matado los militares. Después de 25 años, ya no es un hecho político, sino histórico. La gente tiene derecho a saber lo que pasó. Y los únicos testigos sobrevivientes que vimos exactamente lo que pasó somos los médicos”.

-¿Cómo se sintió siendo testigo del suicidio y no aclarar el tema?

-Yo por años negué que me hubiera afectado, que me tocó a mí, hasta que empecé a escribir la historia. Y ahí el tener que revivir el proceso fue muy duro.

Cuenta que después del golpe hubo una investigación por la muerte de Allende. “Tuve que ir a declarar al tribunal sobre qué hice en La Moneda y qué vi. Pero declaré que yo estaba adentro, que yo tenía una posición y que no sabía nada.

-Y ustedes reforzaron la teoría de que no sabían, de que no hablarían.

-Nosotros nunca nos pusimos de acuerdo, nunca. Fue una decisión que todo el mundo tomó, de no hablar. Primero, porque nadie nos preguntó. Segundo, porque espontáneamente no íbamos a decir nada.

-Guijón sí lo dijo…

-Ese es el único problema de conciencia que tengo, de no haber salido en defensa de Guijón, pues el pobre tuvo que sufrirla solo. Porque los únicos que podríamos haber salvado a Guijón éramos nosotros, decir que estaba diciendo la verdad. Yo soy muy amigo de Guijón, somos compañeros de curso, todo, pero era difícil, él entiende eso, ¿ves tú? Pero él estuvo solo en esto, pues la izquierda siempre lo atacó”.